La
Barcelona de finales del siglo XIX, la de la Exposición Universal de 1888, era
una ciudad en efervescencia en la que la arquitectura vivía un momento notable.
La arquitectura se convirtió en aquellos años en un signo de estatus social de
la próspera burguesía de la época. Tener una casa modernista significaba
figurar, estar al día en los círculos sociales. Para colmar las expectativas y
vanidades de sus clientes, los arquitectos utilizaron en su obra todo su
repertorio de recursos: ornamentos florales, riqueza escultórica y trabajo del
hierro forjado, formas onduladas, vidrieras policromas, esgrafiados, detalles
cerámicos, etc. A menudo las grandes ciudades pueden asociarse con edificios y
monumentos que se convierten en sus emblemas universales. Éste, sin embargo, no
es el caso de Barcelona.
La personalidad
arquitectónica de esta ciudad se caracteriza más por su paisaje urbano que por
grandes singularidades. Uno de los lugares en los que este paisaje urbano es
más excepcional es el Eixample, una zona en la que durante los años anteriores
y posteriores a 1900 se produjo un fenómeno arquitectónico extraordinario: el
Modernismo, la particular versión local del Art Nouveau, corriente de gran
explosión creadora que también dejó su huella en la arquitectura de otras
ciudades europeas como Viena, Munich, Nancy, Bruselas, Glasgow o Berlín. Un
fenómeno, en definitiva, que podemos descubrir paseando de la mano de esta
guía. En este lugar se puede considerar que tuvo su primera gran expresión
arquitectónica el movimiento modernista.
Con todo, la
construcción de los pabellones y las infraestructuras se llevó a cabo en muy
poco tiempo y con un alto grado de improvisación. Fue necesario el concierto de
arquitectos consolidados, como Josep Fontserè, con jóvenes titulados, como
Lluís Domènech i Montaner, que demostró sus impresionantes dotes de dirección y
coordinación especialmente en el desaparecido Gran Hotel Internacional, un
edificio que albergaba a quinientos huéspedes, que el equipo de Domènech
construyó en menos de sesenta días.
La iglesia el rosario se
ha convertido en un lugar de referencia entre el glorioso pasado salvadoreño y
el modernismo.
Es uno de los templos de
menos antigüedad en el centro histórico, se remonta a los años en que el padre
de la democracia salvadoreña, José Matías Delgado, lo que motiva a su
construcción fue para sustituir a la iglesia de madera y lamina construida
después de los terremotos de 1873, y la orden de santo domingo de guzmán para
la construcción de sus respectivas iglesias, es decir la segunda catedral de
san salvador en el predio norte de la actual plaza Gerardo Barrios y la iglesia
del rosario al de la actual plaza libertad.
En el parque dueñas (hoy
plaza libertad), toma de la fiesta general con la que, el 5 de noviembre de
1911, se inauguró el monumento conmemorativo al centenario del primer grito de
independencia centroamericana. Los trabajos de construcción de la iglesia el
rosario comenzaron en 1964 y se finalizó en junio de 1971, un año más tarde
según el decreto N* 38 de la asamblea legislativa del el salvador de fecha 13
de julio de 1972 fue declarada lugar histórico, de esta manera la iglesia más
tomada después de la catedral, está la iglesia el rosario.
Edificación que mide 24
metros de ancho y 80 de largo, cuya forma volumétrica es oval, con 22 metros de
altura. Posee un diseño moderno con influencias europeas, único en la región.
La cubierta del edificio, con forma de parábolas, está formada por escalones,
los cuales están compuestos por la parte vertical hecha de rectángulos con
vitrales, enmarcados con concreto y la parte horizontal del escalonamiento es
solo de concreto. Hacia ambos lados.
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